Árbol de la esperanza: Antología de décimas hispanoamericanas (página 2)
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Ronel González Sánchez
José Luis Serrano
Cronología aproximada de la décima
DESCRIPCIÓN DE LA
OBRA:
Dentro de la historia literaria de
Cuba, la
décima es reconocida como la estrofa nacional, debido a la
perfección formal y a su sonoridad, que la convirtieron en
la estanza predilecta de nuestros campesinos y de poetas que la
enaltecieron, y que actualmente la defienden de las
aniquilaciones del tiempo.
Pero también la décima es una estrofa que ha
sido frecuentada por importantes poetas hispanoamericanos, de
manera que la clásica estrofa es ámbito de
confluencias, y su historia acoge singulares textos que
están a la altura de cualquier poema escrito en nuestra
lengua.
La investigación de la décima ha
adquirido singular importancia en los últimos años
en Cuba, promovida por el Centro Iberoamericano de la
Décima y el Verso Improvisado (CIDVI), la Casa
Iberoamericana de la Décima de Las Tunas y
otras instituciones
culturales del país, sin embargo nunca se había
publicado una rigurosa selección
de décimas hispanoamericanas como Árbol de la
esperanza (Antología-estudio de la décima
hispanoamericana que incluye un prólogo-ensayo escrito
en décimas (pero ubicadas en prosa) dada a conocer por la
Editorial Arte y Literatura en el
2008.
En 1990 Jesús Orta Ruiz publicó, El
jardín de las espinelas; Las mejores décimas
his-panoamericanas Siglos XIX y XX en Sevilla por la
Consejería de Cultura de la
Junta de Andalucía, importante antología que
incluye una muestra de 60
poetas, comienza con la obra de Agustín Acosta (1886-1976)
y concluye con Cintio Vitier (1921).
Este trabajo
significa la incorporación a un volumen de
autores clásicos de Hispanoamérica hasta las
últimas promociones que han escrito y escriben
décimas, en su variante espinela, en nuestro país;
por lo que constituye el primer intento de dar organicidad a un
texto
útil para investigadores, ensayistas e interesados en la
escritura de
la décima. Este tipo de trabajo nunca se había
realizado por los investigadores cubanos, incluye una introducción en décimas del autor de
la selección,
breves valoraciones de la obra de cada uno de los incluidos y una
Cronología de la décima que no se había
realizado hasta el momento.
Edición: Nancy Maestigue Prieto
Composición: Ofelia Gavilán Pedroso
Diseño de perfil de la colección: Andro
Pérez Diz
Ilustración de cubierta: Lino Alejandro Barrios
Hernández
© Ronel González Sánchez, 2007
© Sobre la presente edición:
Editorial Arte y Literatura, 2008
ISBN: 978 – 959 – 03 – 0456 – 9
Colección LIRA
EDITORIAL ARTE Y LITERATURA
Instituto Cubano del Libro
Calle O´Reilly No. 4 esq. a Tacón, Habana
Vieja
CP. 10 100, Ciudad de La Habana, Cuba
e mail: publicaciones[arroba]icl.cult.cu
PALABRAS DE CONTRACUBIERTA:
Después que Samuel Feijóo captó en La
décima culta en Cuba la voz adulta de una estrofa que
ensanchó nuestro imaginario, no se había tramado
una ofrenda similar, a la «contienda decimera
hispanohablante», desde el barroco al
instante en que escribe esta adenda.
Con Árbol de la esperanza apuesta Ronel
González por modernos esponsales poéticos de una
estanza esencial, e insiste, a ultranza, en la maleable estructura que
admite la donosura lingüística y la emoción como
enuncia esta edición de Arte y literatura.
LA RESPUESTA
RESISTENTE DE LA PIEDRA
Éntrase al mar por un arroyo
breve.
Góngora
La realidad debe ser tornada
espíritu. El dolmen
ha de sentir que lo colmen nuestros
responsos. Volver a lo cerrado,
acceder enardecidos, no obstante.
Enfrentar el verso errante a la
incertidumbre tétrica,
y devolver a la métrica su plenitud
irradiante.
He aquí la décima.
Fruto de la Península Ibérica hipostasiado en
América. Calificado instituto intelectivo.
Atributo métrico de los juglares, transferido en los
cantares de emigrantes y altruistas. He aquí
múltiples aristas de prácticas similares.
Saben los autores métricos, que en tema de consonancias
dicta el soneto distancias con rigores milimétricos. Pero
los cauces simétricos de la décima, desvisten
plurales tramas que insisten en su armónico redoble, que
la hace la más noble de las estrofas que existen.
Décima, en su más moderna acepción, no es
"la malara", con su semántica rara, ni "la naharra".Gobierna el
imperio de la eterna estructura, la maleable forma a Espinel
imputable –pero ya espinela no es fiel-. El
tiempo
volvió, a la décima, innombrable.[1]
Ordenar un florilegio estrófico es un dislate[2]porque
la idea del "rescate" linda con el sacrilegio. [3]Pero
entraña un privilegio la antítesis
aparente. Discriminar lo excedente, en aras de asir lo
básico de un artesonado clásico, es una empresa
inmanente al acto de la escritura.
Ser el atalayador que señala. El cribador severo. La
tachadura que exige Literatura al tumulto octosilábico.
Poner un dedo en lo atávico que
reverencia la fronda. Dar con la estructura monda. Juzgar el
erial silábico.
Redescubrir a Espinel y prescindir de sus rimas diversas.
[4]Nombrar las cimas. Desestimar el "vergel", lo "sinsontesco",
el tropel nacionalista. Al sofoco académico dar poco
crédito
y ardua batalla. Distinguir que el verso estalla en el umbral del
barroco.
La dictadura
fastuosa del soneto, el individuo
pedestaliado y asiduo de la burla. La sinuosa geografía verbosa
como sostén del poema restringieron el "problema" de la
estrofa a la ocasión, al álbum, la
exaltación o la diatriba blasfema.
Cervantes se desveló, creyendo no ser artífice
poético, y fue pontífice en cuanto decomisó
al idio- .[5] Barroquizó, Góngora, culto y
violento, la anchura de su instrumento, y Quevedo, conceptista
acérrimo y aticista, avivó el rebuscamiento.
Aunque no fue Calderón de la Barca, un decimero como
Lope[6]su asidero a la escena, en co-munión magistral con
la emoción y un fervor filosofante, logró apresar
un instante del esplendor más rotundo, cuando cifró
en Segismundo la incertidumbre incesante. [7]
En la alquería San Miguel de Nepantla, la profusa Sor
Juana, Décima Musa, entró al reino de Espinel.
Inclasificable en el universo
escriturario, su barroquismo estatuario de culterano decoro
condujo al Siglo de Oro a un
tempo monumentario.
En Cuba,
José Jacinto Milanés, vate romántico en el
devaneo y el cántico al paisaje, fue distinto. La pureza
de su instinto, el numen de su floresta, la prelación
manifiesta del tema indígena. El gusto costumbrista por lo
adusto, el despego de la apuesta neoclásica, y anterior al
romanticismo,
fueron rasgos que lo convirtieron, no en un versificador, sino en
ilustre hacedor, aunque reo de extrañas voces.
Más adelante, las coces de los potros y las flechas
rústicas, hendieron brechas, pero entre "na-tivas"
poses.
Los Cantos del Siboney y los quejosos Rumores del
Hórmigo, pese a errores, son libros en que
la grey reconoció el agnusdéi de la adhesión
popular. Virtud de cubanizar una estructura foránea, en la
región subcutánea del relato secular.
Criollismo, siboneyismo: del romántico fermento,
variantes. Impulso exento de eficacia.
Exteriorismo. Fornaris ante el abismo, trampeado en la burda
copia de un alma
edénica impropia. El Cucalambé, silvestre,
fijando en arte rupestre su devoción, y su inopia.
La sublimación del estro emancipatorio, el sacro
devenir del simulacro fundacional, un siniestro replanteo de lo
nuestro como discurso
hegemónico. Un plañir decimonónico
entronizó el indianismo, y el seudonacionalismo
derivó hacia un ismo crónico.[8]
Dios y la naturaleza, lo
efímero y lo inmortal, en el Salmo
Carvajal[9]transparentan la grandeza de un poeta que regresa,
desesperado y ausente, de su angustia al reticente ámbito
en que Pombo escribe, como un augur que recibe el hálito
trascendente.
Lola Rodríguez de Tió, borinqueña
transterrada, en Cuba vivió apegada a la tierra en
que nació. En las décimas que urdió a veces
salta un desliz, pero a través del tamiz del ímpetu
de su obra, su poética recobra un original matiz.
A orillas del Paraná vio, Rafael Obligado, al
héroe desheredado que en su obra exaltará: el
pa-yador, ser que hará que el espíritu gauchesco
abandone el arabesco exótico de la pampa, y exprese la
audaz estampa del nervio martinfierresco.[10]
Princesas y pedrerías, elfos, musas, silfos, parcas,
grecolatinos patriarcas, religiones,
cofradías. Las camorras, las orgías de los medos y
los tracios, las ágatas, los topacios, la evasión,
el preciosismo, la bohemia, el ostracismo de monótonos
palacios.
Entrar al «bosque ideal que lo real complica».
Guste o no, hacer un reajuste temático y lexical.
Darío fue artificial, pero edificó regímenes
expresivos. Dio a especímenes neoclásicos la
visión para enfilar la razón contra poéticos
crímenes.
Las décimas inmaduras que escribió en su
adolescencia,
no avalan su permanencia entre autores de molduras espinelianas.
[11]Futuras pesquisas dirán que el reto mayor que
asumió fue el veto de la forma anquilosada, y subvertir la
mirada al envite del soneto.
Amado Nervo, devoto de un modernismo
agonístico, descubrió un ámbito
místico, inabordable e ignoto.
Herrera y Reissig: remoto, salomónico, inconexo, se
escabulló de un anexo rubendariano, en un rapto, para
declararse apto en el hallazgo de un nexo, con la futura gramática decimística.
Agustín Acosta, fue paladín de una maniobra
dramática en Cuba: la sintomática derogación
posmoderna. Mudar la impostura externa de la tradición,
zanjar un tiempo, y recuperar la isla interior y la alterna.
Fue Baldomero Fernández en su vital Argentina,
Darío de la neblina, Garcilaso de los Andes. Sonetista
entre los grandes, pocas décimas rumió, pero en sus
versos captó lo abierto de lo cerrado, como se asiste a un
callado templo que se derrumbó.
Reyes, el gran erudito mexicano, llevó el metro a su
obra, pero el cetro lo recibió su infinito ensayo.
Poeta inaudito, Jorge Guillén puso a prueba la distribución longeva de rimas.
Navarro Luna cantó a la aflicción con una voz
íntegramente nueva.
Andrés Eloy, vanguardista, neorromántico,
moderno, palabreó en cada cuaderno su genealogía
intimista. Y Nicolás, esa arista favoreció en una
glosa -sin dudas su más dichosa obra en décimas-
también fue circunstancial Guillén en su poesía
sonorosa, cosmopolita y candeal.
Luis Cernuda, espineliano, no difiere del cercano autor de un
Ocnos raigal. Su poética inusual, en el
hispánico estilo, le dio al simbolismo asilo -Rimbaud y
Verlaine mediadores- entre fruitivos dolores y quimeras. Siempre
en vilo.
Villaurrutia: archicitado, mutilado en un compendio[12]no le
ofrendó al vilipendio poético su
tramado[13]"Décima muerte" ha
turbado la comprensión de la estanza. Su arquitectura
descansa sobre una industria
seglar, que tiende a resquebrajar lo antediluviano, a
ultranza.
En el cubano folclor realzar la naturaleza, ha sido siempre
una empresa innata,
un regulador. El afán refundador, es un tanteo
radioscópico del mustio paisaje utópico, que
Zequeira y Rubalcava intuyeron que empezaba a ser la
agonía del trópico.
Eugenio Florit[14]al borde del barroco, parteaguas, en las
celtíberas fraguas líricas nació, discorde.
En Cuba entrañó el desborde de todos los
ríos lingüísticos, y a los vahos
paisajísticos libró eleáticas flechas,
contra autóctonas sospechas y aspavientos
estilísticos.
Conciliador e inconforme, popular y vanguardista, desde la
poesía negrista hasta el purismo en-siforme. Como
sonetista: enorme, como decimista: eufórico,
metafísico, alegórico, voluptuoso y cernudiano.
Emilio Ballagas: Jano del tejido metafórico.
Miguel Hernández, Machado, Cernuda y Lorca: entidades
poemáticas, oquedades que otras voces no han llenado. Del
tetraedro ilustrado, Miguel, hondo, y sustancial en el despliegue
formal, aprehendió el hispano aliento y testimonió
el violento desasosiego epocal.
Descriptivista, folclórica, «buena para
quejas», lírica, filosófica, satírica,
circunstancial y retórica. Poco de columna dórica y
mucho de endeble rama pampesca. Piel de
anagrama telúrico. Sobria y pésima andaba en jaca
la décima antes de José Lezama. [15]
Las estrofas lezamianas no se valoran aún con justicia,
pues, según los decimistas, son vanas rus-ticidades
profanas, incorrecciones de asceta, escribanías de gaveta,
pero le añaden al templo eternidad. Ver ejemplo a
imitación del poeta:
Hondo alfiler en la nieve
invoca el tokonoma de la Gran Armada
octosilábica. Cestillo de la Nada
pitagoriza el nocturno y breve
túnel dialogado. Ya no mueve
su carbunclo el linternero
y en el mascarón voluptuoso del
palafrenero,
exorcisado por la cochinilla,
se ensancha y penetra en su esterilla
el gordo de Trocadero.
Para no desentonar con el orden exegético y, para hacer
más cinético el proemio, sin nombrar las
cosas, voy a citar lo que sugiere la hechura de Eliseo, en
la arboladura autotélica y orgánica ori-genista, a
la hispánica estirpe de la cultura:
Intuir una sustancia absoluta en lo fugaz. Ver, en la parte,
un disfraz del Todo, nombrar la errancia de las cosas, como
instancia intima de lo diverso, y fijar en el reverso
lúdico de la pobreza la
travestida belleza díscola del universo.[16]
La décima en su variante folclórica, de
ascendencia oral, tiene una apariencia agreste, ingenua, distante
del pulimento incesante, y fiel al corpus que narra.
Elemental y bizarra, en el relato palmario del estrófico
inventario,
emerge Violeta Parra.
Ana Enriqueta Terán y Luis Pastori, artesanos
juglarescos, cismontanos frente al óleo de un Adán
ecuménico, guardián del primer paisaje andino,
recobran el sibilino aliento de los primeros orfebres, y entre
senderos trillados, ven el Camino.
Desde la osadía de Bello, Gallegos y Andrés Eloy
hasta lo que ostenta hoy el venezolano sello, nadie equipara el
destello de Aquiles Nazoa, el icástico sonetista, el noble
y drástico transeúnte sonreído, que
en su tiempo fue investido como exquisito y sarcástico,
humorista prominente de América.
En otro plano Jesús Orta Ruiz resana la impronta
cucalambeana del XIX cubano. Elegíaco, tem-prano adicto a
la batahola neopopularista, inmola su expresión culta, y
combina la seducción campesina con la lírica
española.
El coloquialismo en boga a fines de los sesenta en Cuba, fue
la placenta para una reacción que abroga sus
códigos. Se homologa esta actitud en el
acto de decimar, y el impacto estrófico fue plausible,
pese a la duda irascible que provocó, en el compacto
grupo
espineliano adjunto al fenómeno poético, fiel a un
confuso y patético epigonismo difunto. Pero, Alrededor
del punto, libro de
Adolfo Martí,
desestimó el baladí lapso, sin que una
milésima fracción, dañara a la décima
que lustraba Naborí.
Nicomedes Santa Cruz, en sus discos decimados fijó los
cauces rimados de los incas, y entre
sus décimas plantó, al trasluz, una mixtura
africana-aborigen, culterana y habitual en el hermético
ambiente
estricto y sincrético de la sociedad
peruana.
La expresión sobreabundante y traviesa de Severo
Sarduy, eminente heredero del Lezama exu-berante y del Carpentier
flagrante en el boom, y en la novísima narrativa,
dan su altísima y neobarroca estatura que en la
décima fulgura como una llama antiquísima.
Doblemente distinguido en el certamen mayor de la
décima, hacedor tenaz de un orden bruñido en el
curso trascendido por su voz originaria de ámbitos, como
un paria que interroga el universo, Péglez transforma un
inverso odre, en mónada unitaria.
Raúl Luis, en su elegía a Pastor Urrutia,
alcanza un tono que se remansa, una admirable armonía. Se
advierte la primacía de los encabalgamientos, y en la
fusión
de elementos "nuevos" y tradi-cionales, brotan décimas
marciales de los moldes opulentos.
Hay poetas que perciben el mundo desde una errancia
demoníaca (o sin ansia, según el fluido reciben).
Otros, lo frugal describen, pero no entran en contacto con la
materia del
pacto, que tensa garra y sonido. Otros
alientan el ruido, y hasta
el ruido es inexacto.
Sin embargo, hay silenciosos amanuenses que equilibran
yunques, y las cosas vibran sin tocarlas. Venturosos elegidos
hay, dichosos sólo porque han descubierto, que no basta el
ojo abierto para esa añeja impostura, que es concebir la
escritura como el humo en el desierto.
Cuba ha destilado escribas que en verso libre o rimado la
Sustancia han apresado en páginas emotivas. Criaturas
unitivas como Lezama, el tenaz Ángel Escobar,
quizás. Luisa Pérez o Gastón Baquero, y la
seducción de Raúl Hernández
Novás.
Raúl, vallejiano, intenso, huérfano de plenitud
vital, como en un alud expresivo, rozó el denso instante,
y volvió al comienzo óntico y refundador. Frente al
mar anulador fue estatua, pero Caronte lo nombró, en el
horizonte, su único embajador. [17]
La «poesía de la tierra»
y una espiritual fusión del hombre y la
dimensión astral. Manzano se aferra con intensidad y
cierra un ciclo en su derivar febril y, al desconyuntar la
estrofa, o tornarla informe, le toma
el pulso, inconforme, a la sinergia
insular.
Eduardo Langagne glosa transitorios intersticios y reintegra a
los inicios la décima licenciosa. Su palabra memoriosa
impetualiza renglones, que emergen de las regiones
recónditas del ingenio, y franquean el proscenio febril de
las emociones.
Un decimista de clase: Alexis
Díaz Pimienta, de espontánea vestimenta popular,
logra un enlace con el turbador trasvase al ambiente clasicista,
y vierte en su «repentista performance»[18] un
gon-gorino- quevedesco y bizantino afán
deconstrucccionista.
Jesús David retoriza, se retuerce, filosofa y descoloca
la estrofa en la nación
perdidiza del purismo. Poematiza y migra hacia el Uno indual,
como quien hace un moral
inventario, y del chinesco simulacro, unamunesco se difumina en
lo real.
La isla. La historia. El relumbre
obsesivo de la guerra. El
sitio que nos destierra. La circunstancia. La herrumbre de lo
inmóvil. La costumbre cainita de suprimir al
prójimo. Reescribir el azoro de Babel, son, en Carlos
Esquivel, pretextos para agredir la escritura, contrapuesta al
escenario asfixiante de su superabundante itinerario. Su apuesta
creacional presupuesta un impetuoso linaje.
Poética-reportaje, in situ, de una batalla
superior: la que se explaya en el tractus del lenguaje.
Ronel González propone una inmersión
ensayística en la obra decimística, sin que en
esencia traicione a la estrofa, o abandone sus resortes
expresivos primigenios. Obsesivos temas, como la noción de
ente y su anulación, en él son reiterativos; y
José Luis, el poeta que cierra esta antología
insiste, con maestría, en que el hombre no
es la
meta[19]nietzscheano axioma que inquieta, si la ironía
y el humor (parafraseo a Nicanor Parra; ausente complemento en
otros) son el fermento de su élan transgresor y
hondo.
Para ultimar este herético proemio respecto a axiomas
del gremio crítico, voy a nombrar a los que osaron prestar
oídos a mi demanda:
Michael Hernández Miranda, Fredo Arias, José Rojas,
Reynaldo García. las hojas no admiten más propaganda.
Falta Roberto Manzano, no está Víctor
Malagón y ya, al final del renglón, llega
José Luis Serrano. Por supuesto que mi hermano Alberto
Figueiras falta y Dayamí Pupo exalta la cubierta de este
libro. Cuando los recuerdo, vibro (y el verso final resalta, por
su innegable pobreza).
Sé que el árbol no es perfecto, que hay lianas
en el trayecto hacia la rama más gruesa. Pero la aventura
empieza en esta piedra de sol. Cubierto «de ígneo
arrebol» cucalambeano, y de fáustico vigor,
incesante y cáustico, «¡vuela, Ícaro
español!». *
La Aduana,
Holguín, septiembre, 2007.
*Por razones de espacio, criterios de representatividad
(pertenencia a promociones literarias) y maneras de asumir credos
estéticos, resultó imposible la inclusión de
importantes voces de la décima cubana como: Francisco
Poveda, Luisa Pérez de Zambrana, Mariano Brull, Samuel
Feijóo, Ángel Gaztelu, Roberto Fernández
retamar, Carilda Oliver, Rafaela Chacón, Nieves
Rodríguez, David Chericián, Osvaldo Navarro,
José Luis Rodríguez Alba, Waldo
Leyva, Waldo González, Virgilio López Lemus,
Alberto Serret, Ricardo Reverón, Renael González,
Jorge Luis Mederos, Arístides Valdés, José
Manuel Espino, Odalis Leyva, Yamil Díaz y Diusmel
Machado.
Miguel
de Cervantes
Saavedra
(Alcalá de Henares, España,
1547-1616). Novelista, dramaturgo y poeta. Iniciador de la novela
moderna.
En su obra poética y dramática incluyó
numerosas coplas reales junto a otras estrofas de diez versos,
aunque no abundan las espinelas (una aparece en la jornada
tercera de la comedia La entretenida; siete pertenecen a
los "Laudos", firmadas por "Urganda la Desconocida" y dos
firmadas por el "donoso poeta entreverado", a continuación
del prólogo de la primera parte (no de la segunda como
afirma Virgilio López Lemus en La décima
renacentista y barroca) si nos guiamos por la edición
facsimilar del clásico texto realizada por el Frente de
Afirmación Hispanista de México
(2005) de la novela Don
Quijote de la Mancha, y una es la dedicatoria de Los
trabajos de Persiles y Segismundo; historia septentrional,
firmada por un Francisco de Urbina del que no se tienen
referencias).
Al decir del autor de La décima
renacentista. A Cervantes hay que considerarlo como uno de
los principales cultores de la décima y en particular de
la espinela, incluso uno de sus gestores, dado que muere antes de
que esta variante alcance su mayor esplendor en la década
de 1620 [.]
Obra: La Galatea (1585); El ingenioso hidalgo
don Quijote de
la Mancha (1605, 1615); Novelas ejemplares (1613),
Viaje del Parnaso (1614), Ocho comedias y ocho
entremeses nuevos, nunca representados (1615), Los
trabajos de Persiles y Segismunda (1617).
AL LIBRO DE DON QUIJOTE DE LA MANCHA,
URGANDA LA DESCONOCIDA
Si de llegarte a los bue-,
libro, fueres con letu-,
no te dirá el boquirru-
que no pones bien los de-.
Mas si el pan no se te cue-
por ir a manos de idio-,
verás de manos a bo-,
aun no dar una en el cla-,
si bien se comen las map-
por mostrar que son curio-.
Y pues la experiencia ense-
que el que a buen árbol se arri-
buena sombra le cobi-,
en Béjar tu buena estre-
un árbol real te ofre-
que da príncipes por fru-,
en el cual florece un du-
que es nuevo Alejando Ma-:
llega a su sombra: que a osa-
favorece la fortu-.
De un noble hidalgo manche-
contarás las aventu-,
a quien ociosas letu-,
trastornaron la cabe-:
damas, armas,
caballe-,
le provocaron de mo-,
que, cual Orlando furio-
templado a lo enamora-,
alcanzó a fuerza de
bra-
a Dulcinea del Tobo-.
No indiscretos hieroglí-
estampes en el escu-;
que cuando es todo figu-,
con ruines puntos se enví-.
Si en la dirección te humi-,
no dirá mofante algu-:
«¡Qué don Álvaro de
Lu-,
qué Aníbal el de Carta-,
qué rey Francisco en Espa-
se queja de la fortu-!»
Pues al cielo no le plu-
que salieses tan ladi-
como el negro Juan Lati-,
hablar latines rehú-.
No me despuntes de agu-,
ni me alegues con Piló-;
porque, torciendo la bo-,
dirá el que entiende la le-,
no un palmo de las ore-:
«¿Para qué conmigo
flo-?»
No te metas en dibu-,
ni en saber vidas aje-;
que en lo que no va ni vie-
pasar de largo es cordu-.
Que suelen en caperu-
darles a los que grace-;
mas tú quémate las ce-
sólo en cobrar buena fa-;
que el que imprime neceda-
dalas a censo perpe-.
Advierte que es desati-,
siendo de vidrio el
teja-,
tomar piedras en la ma-
para tirar al veci-.
Deja que el hombre de jui-
en las obras que compo-
se vaya con pies de plo-;
que el que saca a luz pape-
para entretener donce-
escribe a tontas y a lo-.
DEL DONOSO, POETA ENTREVERADO,
A SANCHO PANZA Y ROCINANTE
A Sancho
Soy Sancho Panza, escude-
del manchego don Quijo-;
puse pies en polvoro-,
por vivir a lo discre-;
que el tácito Villadie-
toda su razón de esta-
cifró en una retira-
según siente Celesri-,
libro, en in¡ opinión divi-,
si encubriera más lo Puma-.
A Rocinante
Soy Rocinante el famo-
bisnieto del gran Babie-;
por pecados de flaque-
fui a poder de un
don Quijo-.
Parejas corrí a lo flo-;
unas por uña de caba-
no se me escapó ceba-;
que esto saqué a Lazari-
cuando, para hurtar el vi-
al ciego, le di la pa-.
Luis de
Góngora y Argote
(Córdoba, España, 1561-1627). Poeta. La voz
más alta e influyente del barroco literario
español. Su obra permaneció inédita
casi en su totalidad hasta después de su muerte.
A diferencia de Cervantes, las décimas abundan en la
obra de Góngora. Ocasionales, humo-rísticas,
satíricas, elegíacas, son sin dudas, importantes
para comprender la evolución de la estrofa, aunque su autor no
lograra un aliento similar al de sus "Soledades" , la
"Fábula de Polifemo y Galatea" y sus mejores sonetos.
Obra: Obras de don Luis de
Góngora (1627, 1630, 1633, 1644-1648).
AL MARQUÉS DE GUADALCAZAR; DE LAS
DAMAS
DE PALACIO
No os diremos, como al Cid,
que en Cortes no habéis estado,
porque aunque disimulado,
sé que venís de Madrid.
Señor don Diego, venid
mil veces en hora buena,
y aunque os hayan puesto pena
haced del Palacio plaza,
si no os ha puesto mordaza
la que os puso en su cadena.
Decidnos, señor, de aquellas
flores y luces divinas,
en Palacio clavellinas
y en el firmamento estrellas;
ángeles que plumas bellas
baten en sus jerarquías,
donde son buenos los días,
pero las noches son malas,
porque al coger de las alas
sienten las plumas muy frías.
Galantísimo señor,
deste cielo la primera
sea el puerto, y la carrera
de las Indias del Amor;
el más hermoso, el mejor
extremeño serafín
que dio a España Medellín.
¡Dichosa la tierra que
besa el cristal de su pie
en la plata del chapín!
Allí donde entre alhelíes
Guadïana se dilata,
la pluma peinó de plata
con el pico de rubíes
esta de tantos neblíes
garza real perseguida,
ya que en sus flores la anida
el Tajo, glorioso el vuelo,
que en puntas corona el cielo
de ave tan esclarecida.
Si la gloria de Chacón
de la cabeza a los pies
azúcar y almendra es,
dulce será el corazón.
Néctar sus palabras son;
mas sepa quien no lo sabe
que, de agudas flechas grave,
en sus palabras Cupido,
como abeja está escondido
en el panal mas süave.
A la bellísima Cerda,
para el arco que da enojos,
saetas pide a sus ojos
y a su apellido la cuerda
el niño dios, porque pierda
la libertad y el
jüicio
quien se le da en sacrificio.
¡Venturoso el ermitaño
que trajese todo el año
destas cerdas el silicio!
Mucho tiene de admirable
la deidad de Monterrey,
pues al mismo Amor da ley
por lo bello y por lo afable;
cuando dulcemente hable,
cuando dulcemente mire,
¿quién habrá que no
suspire?
Cuando corone su frente
de los rayos del Oriente,
¿quién habrá que no se
admire?
De la beldad de las Navas,
dice Amor que, cuando mira
dorados arpones tira
más que y tiene en sus aljabas;
las dos, pues, reales pavas
de la Coruña y Belmar
muy bien pueden coronar
en Palacio con sus plumas
que oscurecen las espumas
de uno y del otro mar.
Aquella belleza rara
que adora el Ebro por diosa,
sol es de Villahermosa,
hermosísimo de cara;
aurora luciente y clara
deste Sol aragonés,
si no naciera después
fuera su hermana divina;
mas si no es Luna menina,
estrella de Venus es.
De la que nació en el mar
las veneras cunas son,
y su hijo en el blasón
no las hace venerar;
de aquel Fénix singular,
honor de los Pimenteles,
buscad, amantes fïeles,
entre estas conchas la perla,
si dejan sus ojos verla,
que son caribes crueles.
Decidme de aquella dama,
gloria del nombre de Ulloa,
que pues la invidia la loa,
no es bien, la calle la Fama;
cuarta gracia Amor la llama
en el Palacio real,
y a fe que no dice mal
el Dios que yela y abrasa;
que el título de su casa
y las gracias, todo es sal.
La extranjera soberana
que en las montañas no sólo
mas en cuanto pisa Apolo
no la desvió Diana;
¡oh, venturosa alemana,
que privas a cualquier hora
con la casta cazadora,
dichoso el que en ti aventura
el logro de tu hermosura
y el favor de tu señora!
Aquel resplandor rosado
de la luz que al mundo viene
aunque es Alvarado, tiene
más de Alba que de Alvarado;
no amanece, y da cuidado
a los dulces ruiseñores,
que esperan entre las flores
saludar al rayo nuevo
del lucidísimo Febo
que ha de dorar los alcores.
Al Montego dio cristal
si de oro al Tajo no arena,
doña Beatriz de Villena,
trofeo de Portugal;
y a la que no tiene igual
en hermosura y saber,
gloria, majestad y ser
de los Osorios de Astorga.
Amor dice que él otorga
sus armas y su poder.
Puesta en el brinco pequeño
de Altamira, a mira alta,
hallaréis que él solo esmalta
cuantas joyas os enseño;
crecerá, y quitará el
sueño
a la beldad y a la gala;
en el balcón y la sala
prestará rayos al Sol,
sin que haya ángel español
que no venza ala por ala.
Las blancas tocas, señor,
no perdono de la guarda,
mayor, sí, pero gallarda
tanto como la menor;
santo y venerable honor
de mi patria y de su estado,
mas pastora de un ganado
que está convidando al lobo
yo sé decir, aunque bobo,
que a Argos diera cuidado.
152. -1611
Por más daños que presumas,
vuela, Ícaro español,
que al templo ofreces del Sol
en poca cera tus plumas.
Blanco túmulo de espumas
haga el Betis a tus huesos;
que tus gloriosos excesos,
si de mi Musa los fías,
los venerarán los días
en los álamos impresos.
196.-1622
Siempre le pedí al Amor,
divina Fili, después
que mi rendimiento es
ejercicio a tu rigor,
que a un desdén otro mayor
le suceda; y que pues sabe
cuánto el morir me es suave
por ti, concederme quiera
ida en que siempre se muera,
muerte en que nunca se acabe.
Francisco de
Quevedo y Villegas
(Madrid, España, 1580-1645). Poeta y
escritor perteneciente al barroco español.
Entre las cerca de 150 décimas que se incluyen en su
Poesía completa y sus obras teatrales,
además de las escogidas para este libro, destacan algunas,
en la variante espinela, tituladas: "Al mismo" (1) dedicada al
Conde de Villamediana; "Fiesta de toros, con rejones, al
príncipe de Gales, en que llovió mucho" (18); "A
una mujer que
besó a un caballero, estando mirando un judas" (3); "Al
mosquito de trompetilla" (1); la estrofa numerada 817, las dos
reunidas con el número 818; "Contra don Luis de
Góngora" (9); "Escribió Quevedo contra
Góngora y [se] defendió Góngora [con]
aquellas décimas suyas que empiezan «Musa que sopla
y no inspira». Y dice Quevedo" (5); "A un poeta corcovado
que se valió de trabajos ajenos de varios ingenios" (1);
"Contra Juan Pérez de Montalbán" (2),
Conceptista, pícaro, burlón, melancólico,
erótico, abrumador. al decir de Jorge Luis Borges, Francisco
de Quevedo, es «el primer artífice de las letras
hispánicas» y constituye «una dilatada y
compleja literatura». Impar sonetista que, por su riguroso
y artesanal empleo de la
métrica, posee indudablemente un sitio en la historia de
la décima.
Obra: La vida del Buscón llamado don Pablos
(1626); Juguetes de la niñez y travesuras del
ingenio (1631); Política de Dios, gobierno de
Cristo, tiranía de Satanás (1626); Marco
Bruto (1646); Parnaso español (1648),
Las tres musas (1670).
AL RUISEÑOR
Flor con voz, volante flor,
silbo alado, voz pintada,
lira de pluma animada
y ramillete cantor;
di, átomo
volador,
florido acento de pluma,
bella organizada suma
de lo hermoso y lo süave,
¿cómo cabe en sola un ave
cuanto el contrapunto suma?
BÚRLASE DE TODO ESTILO AFECTADO
Con tres estilos alanos
quiero asirte de la oreja,
porque te tenga mi queja,
ya que no pueden mis manos.
La habla de los cristianos
es lenguaje de ramplón:
por eso va la razón
de un circunloquio discreto
en retruécano y conceto,
como en calzas y en jubón.
Estilo primero
Amar y no merecer,
temer y desconfiar,
dichas son para obligar,
penas son para ofender.
Acobardar el querer,
cuando más valor
aplique,
es hacer que multiplique
el miedo su calidad.
Para más seguridad,
tómate ese tique mique.
Lágrimas desconsoladas
son descanso sin sosiego
y diligencias del fuego,
más vivas cuando anegadas.
Las memorias
olvidadas
en la voluntad sencilla
son golfo que miente orilla,
son tormenta lisonjera,
en donde expira el que espera.
¡Qué linda recancanilla!
Es tener desconfianza
es tener y presumir;
y apetecer el morir,
mucho de grosero alcanza.
Quien osa tener mudanza,
se culpa en el bien que asiste;
y quien se precia de triste
goza con satisfacción
la pena por galardón.
Pues pápate aquese chiste.
Vuelve a proseguir
Pero siendo tú en la villa
dama de demanda y trote,
bien puede ser que del mote
no hayas visto la cartilla.
Va del estilo que brilla
en la culterana prosa,
greciante y latinosa:
mucho será si me entiendes.
Yo vacio piras, y asciendes:
culto va, señora hermosa.
Estilo segundo
Si bien el palor ligustre[20]
desfallece los candores,
cuando muchos esplendores
conduce a poco palustre[21]
construye el aroma ilustre
víctima de tanto culto,
presintiendo de tu vulto
que rayos fulmina horrendo.
Ni me entiendes, ni me entiendo.
Pues cátate, que soy culto.
Prosigue
No me va bien con lenguaje
tan de grados y corona:
hablemos prosa fregona,
que en las orejas se encaje.
Yo no escribo con plumaje,
sino con pluma, pues ya
tanto bien barbado da
en escribir al revés.
Óyeme tú dos por tres
lo que digo de pe a pa.
Estilo tercero
Digo, pues, que yo te quiero,
y que quiero que me quieras,
sin dineros ni dineras,
ni resabios de tendero.
De muy mala gana espero;
date prisa, que si no,
luego me cansaré yo,
y perderás este lance.
¡Bien haya tan buen romance,
y el padre que le engendró!
PEDRO
CALDERÓN DE LA BARCA
(Madrid, España, 1600- 1681). Dramaturgo y poeta.
Ultima figura importante del siglo de Oro de la literatura
española. Fue reconocido como el dramaturgo más
importante de su época. Junto con El Quijote, de
Cervantes, La vida es sueño es la obra más
comentada de la literatura española. En ella se incluye el
famoso monólogo de Segismundo donde un personaje
reflexiona acerca del destino del hombre a partir de su
nacimiento. Los temas del alma, la libertad, las desdichas y
la muerte
ocupan gran parte de estas meditaciones en décimas
irrepetibles y eternas.
Según el ensayista cubano José Rojas Bez en su
libro Sentidos y formas en La vida es sueño, esta
obra: "ha de ser asumida como una de las más formidables
síntesis de temas y recursos en una
coherente y funcional dramaturgia de tesis, tanto por los
problemas
planteados y las soluciones que
propone a los mismos, como por su utilización de los
recursos dramáticos generales; habiéndose
constituido, además, en uno de los más claros
ejemplos de funcionalismo
ideotemático y estético en la obra teatral."
Obra. La dama duende (1629); Casa con dos
puertas, mala es de guardar (1632); No hay burlas con el
amor (1637); El príncipe constante (1629);
El médico de su honra (1635); La vida es
sueño (1636); El gran teatro del
mundo (1636); El mágico prodigioso (1637);
El alcalde de Zalamea (1640); ¿Cuál es
la mayor perfección? (1663), entre otras.
LA VIDA ES SUEÑO
(Fragmentos)
SEGISMUNDO: Apurar, cielos, pretendo,
ya que me tratáis así,
qué delito
cometí
contra vosotros naciendo.
Aunque si nací, ya entiendo
qué delito he cometido:
bastante causa ha tenido
vuestra justicia y rigor,
pues el delito mayor
del hombre es haber nacido.
Sólo quisiera saber
para apurar mis desvelos
– dejando a una parte, cielos,
el delito de nacer-,
¿qué más os pude ofender,
para castigarme más?
¿No nacieron los demás?
Pues si los demás nacieron,
¿qué privilegios tuvieron
que no yo gocé jamás?
Nace el ave, y con las galas
que le dan belleza suma,
apenas es flor de pluma,
o ramillete con alas,
cuando las etéreas salas
corta con velocidad,
negándose a la piedad
del nido que dejan en calma;
¿y teniendo yo más alma,
tengo menos libertad?
Nace el bruto, y con la piel
que dibujan manchas bellas,
apenas signo es de estrellas
–gracias al docto pincel–,
cuando, atrevido y crüel,
la humana necesidad
le enseña a tener crueldad,
monstruo de su laberinto:
¿y yo, con mejor instinto,
tengo menos libertad?
Nace el pez, que no respira,
aborto de ovas y lamas,
y apenas bajel de escamas
sobre las ondas se
mira,
cuando a todas partes gira,
midiendo la inmensidad
de tanta capacidad
como le da el centro frío:
¿y yo, con más albedrío,
tengo menos libertad?
Nace el arroyo, culebra
que entre flores se desata,
y apenas, sierpe de plata,
entre las flores se quiebra,
cuando músico celebra
de las flores la piedad
que le dan la majestad
del campo abierto a su huída:
¿y teniendo yo más vida,
tengo menos libertad?
En llegando a esta pasión,
un volcán, un Etna hecho,
quisiera sacar del pecho
pedazos del corazón.
¿Qué ley, justicia o
razón
negar a los hombres sabe
privilegios tan süave
excepción tan principal,
que Dios le ha dado a un cristal,
a un pez, a un bruto y a un ave?
[.]
SEGISMUNDO: ¿Quién eres? Que aunque yo
aquí
tan poco del mundo sé,
que cuna y sepulcro fue
esta torre para mí;
y aunque desde que nací
(si esto es nacer) sólo advierto
eres rústico desierto
donde miserable vivo,
siendo un esqueleto vivo,
siendo un animado muerto.
Y aunque nunca vi ni hablé
sino a un hombre solamente
que aquí mis desdichas siente,
por quien las noticias
sé
del cielo y tierra; y aun que
aquí, por que más te asombres
y monstruo humano me nombres,
este asombros y quimeras,
soy un hombre de las fieras
y una fiera de los hombres.
Y aunque en desdichas tan graves,
la política he estudiado,
de los brutos enseñado,
advertido de las aves,
y de los astros süaves
los círculos he medido,
tú, sólo, tú has suspendido
la pasión a mis enojos,
la suspensión a mis ojos,
la admiración a mi oído.
Con cada vez que te veo
nueva admiración me das,
y cuando te miro más,
aún más mirarte deseo.
Ojos hidrópicos creo
que mis ojos deben ser:
pues, cuando es muerte el beber,
beben más, y de esta suerte,
viendo que el ver me da muerte,
estoy muriendo por ver.
Pero véate yo y muera;
que no sé, rendido ya,
si el verte muerte me da,
el no verte ¿qué me diera?
Fuera más que muerte fiera,
ira, rabia y dolor fuerte
fuera vida: desta suerte
su rigor he ponderado,
pues dar vida a un desdichado
es dar a un dichoso muerte.
ROSAURA: Con asombro de mirarte,
con admiración de oírte,
ni sé qué pueda decirte,
ni qué pueda preguntarte;
sólo diré que a esta parte
hoy el cielo me ha guïado
para haberme consolado,
si consuelo puede ser
del que es desdichado, ver
a otro que es más desdichado.
Cuentan de un sabio que un día
tan pobre y mísero estaba,
que sólo se sustentaba
de unas yerbas que cogía.
¿Habrá otro (entre sí decía)
más pobre y triste que yo?
Y cuando el rostro volvió,
halló la respuesta, viendo
que iba otro sabio cogiendo
las hojas que él arrojó.
Quejoso de la fortuna
yo en este mundo vivía,
y cuando entre mí decía:
¿Habrá otra persona
alguna
de suerte más importuna?,
piadoso me has respondido;
pues volviendo en mi sentido,
hallo que las penas mías,
para hacerlas tú alegrías
las hubieras recogido.
[.]
SEGISMUNDO: Es verdad; pues reprimamos
esta fiera condición,
esta furia, esta ambición,
por si alguna vez soñamos;
y sí haremos, pues estamos
en mundo tan singular,
que el vivir sólo es soñar;
y la experiencia me enseña
que el hombre que vive sueña
lo que es hasta dispertar.
Sueña el rey que es rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe,
y en cenizas le convierte
la muerte, (¡desdicha fuerte!):
¿Que hay quien intente reinar,
viendo que ha de dispertar
en el sueño de la muerte?
Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.
Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.
SOR JUANA
INÉS DE LA CRUZ
(San Miguel Nepantla, hoy estado de México, 1651-
1695). Poeta mexicana del virreinato de Nueva España, cuyo
verdadero nombre era Juana Ramírez de
Asbaje. Fue la escritora más importante del siglo XVII en
América. Cultivó todas las estrofas y
escribió obras de teatro. Escribió el
extraordinario poema Primero Sueño.
Acerca de su obra, el mexicano Premio Nóbel de
Literatura Octavio Paz,
escribió: «En algunos pasajes el verso barroco se
resiste al inusitado ejercicio de transcribir en imágenes
conceptos y fórmulas abstractas. El lenguaje se
vuelve abrupto y pedantesco. En otros, los mejores y más
intensos, la expresión es vertiginosa a fuerza de lucidez.
Sor Juana crea un paisaje abstracto y alucinante, hecho de conos,
obeliscos, pirámides, precipicios geométricos y
picos agresivos. Su mundo participa de la mecánica y del mito. La
esfera y el triángulo rigen su cielo vacío.
Poesía de la ciencia,
pero también del terror nocturno. Todo duerme, vencido por
la noche: el rey y el ladrón, los amantes y el solitario.
Yace el cuerpo, entregado a sí mismo. Vida disminuida del
cuerpo, vida desmesurada del espíritu, libre de su peso
corporal. Los alimentos,
transformados en calor,
engendran sensaciones que la fantasía convierte en
imágenes. En lo alto de su pirámide –formada por
todas las potencias del espíritu: memoria e
imaginación, juicio y fantasía– el alma contempla
los fantasmas del
mundo y sobre todo esas figuras de la mente, "que intelectuales
claras son estrellas" de su cielo interior. En ellas el alma se
recrea en sí misma. Se desprende de esta
contemplación y despliega la mirada por todo lo creado. La
diversidad del mundo la deslumbra y acaba por cegarla.
Águila intelectual, el alma se despeña "en las
neutralidades de un mar de asombros".
En La décima renacentista y barroca (2002), el
estudioso cubano Virgilio López Lemus afirma:
Habría que decir que desde la época de
Góngora, Pedro Espinosa de Sepúlveda o los hermanos
Argensola, poeta alguno como Sor Juana la había empleado
tanto [se refiere a la décima] y tan bellamente para
transmitir sus contenidos líricos. Y más adelante
agrega: La mucha invención, pero también la
fidelidad del modelo
espineliano, hacen de Sor Juana Inés de la Cruz un poeta
singular dentro de la tradición decimista de la lengua, en
cualquier época.
Obra: Neptuno alegórico (1680); Los
empeños de una casa (1683); Inundación
castálida (1689); Carta Athenagórica
(1690); Respuesta a Sor Filotea de la Cruz (1691);
Segundo volumen de las obras de Sor Juana Inés de la
Cruz (1692).
DECIMAS
Que demuestran decoroso esfuerzo de la razón contra
la vil tiranía de un amor violento.
Dime, vencedor rapaz,
vencido de mi constancia,
¿qué ha sacado tu arrogancia
de alterar mi firme paz?
Que aunque de vencer capaz
es la punta de tu arpón
el más duro corazón,
¿qué importa el tiro violento,
si a pesar del vencimiento
queda viva la razón?
Tienes grande señorío;
pero tu jurisdicción
domina la inclinación
mas no pasa al albedrío.
Y así librarme confío
de tu loco atrevimiento,
pues aunque rendida siento
y presa la libertad,
se rinde la voluntad
pero no el consentimiento.
En dos partes dividida
tengo el alma en confusión
una, esclava de pasión,
y otra, a la razón medida.
Guerra civil, encendida,
aflige el pecho importuna:
quiere vencer cada una,
y entre fortunas tan varias,
morirán ambas contrarias
pero vencerá ninguna.
Cuando fuera, Amor te vía
no merecí de ti palma;
y hoy, que estás dentro del alma,
es resistir valentía.
Córrase, pues, tu porfía
de los triunfos que te gano:
pues cuando ocupas, tirano,
el alma, sin resistillo,
tienes vencido el Castillo
e invencible el Castellano.
Invicta razón alienta
armas contra tu vil saña,
y el pecho es corta campaña
a batalla tan sangrienta.
Y así, Amor, en vano intenta
tu esfuerzo loco ofenderme:
pues podré decir, al verme
expirar sin entregarme,
que conseguiste matarme
mas no pudiste vencerme.
Excusándose de dar licencia a uno, que la
pedía para ausentarse
Licencia para apartaros
pedís, y podéis creer
que eso sólo pudo ser
en mí difícil el daros.
Y así, estimad que rogaros
que lo dilatéis, no quiera;
aunque, si se considera,
poco tenéis que estimar,
pues, a poderla negar,
presumo que no os la diera.
Es que, aunque en darla ejecuto
de posesión algún viso,
donde hay conceder preciso
falta dominio
absoluto:
apariencia de tributo
son las que llegáis a dar;
y así me puedo quejar
de vuestra fe cautelosa,
pues me dais dominio en cosa
en que no puedo mandar.
Pero con no darla yo,
quedaré mejor aquí:
pues hay casos en que el sí
es más esquivo que el no.
Ya vuestra canción cumplió
con pedirlo; y yo, industriosa,
quedo, con no darla, airosa:
pues, para que hagáis ausencia,
es negaros la licencia
esquivez muy cariñosa.
Con pálida tiranía
usurpárosle intentáis,
y como cortés, buscáis
cómplice la venia mía.
No la hagáis vana porfía;
pues, en aquesta ocasión,
negaros la petición
de partida tan penosa,
sobre avaricia forzosa,
es cortés desatención.
Sin darme parte, quisiera
que dispusierais el ir:
que en vos no es culpa el partir
y en mí el permitir lo fuera.
Y querer que interviniera
yo en cosa a vos necesaria,
es querer que haga, contraria
a lo que el discurso avisa,
lo que es pena en vos precisa,
en mí es culpa voluntaria.
Partid, en fin, confiado
en mi voluntad constante,
de que aunque estéis muy distante,
nunca estaréis apartado.
Que, pues con igual agrado
corresponde al que en vos veo,
aunque os apartéis, yo creo
que, de veros con el ansia,
abreviará al distancia
la brújula
del deseo.
Alabando un ingenio sin alabarlo
Si a tu Musa levantada,
¡oh Solís!, alabar quiero,
del aplauso lo grosero
es ofensa disfrazada.
Ninguna hay proporcionada
a estilo tan singular:
ninguna puede alcanzar;
pero, pues ninguna alcanza,
sirva sólo de alabanza
el no poderte alabar.
Reconociendo el Cabildo de Méjico el singular
acierto que tuvo en la idea de un Arco Triunfal a la entrada del
Virrey, Señor Marqués de la Laguna, que
encargó a Sor Juana Inés, estudio de tan grande
humanista, le presentó el regalo que dice y
agradece.
Esta grandeza que usa
conmigo vuestra grandeza,
le está bien a mi pobreza
pero muy mala mi Musa.
Perdonadme si, confusa
o sospechosa, me inquieta
el juzgar que ha sido treta
lo que a vuestro juicio trata,
pues quien me da tanta plata
no me quiere ver Poeta.
No ha sido Arco en realidad
quien mi pobreza socorre,
sino arcaduz, por quien corre
vuestra liberalidad.
De una llave la lealtad,
a ser custodia se aplica
del caudal que multiplica
quien oro me da por cobre,
pues por un Arco tan pobre
no dais un arca tan rica.
Aun viendo el efecto, dudo
que pudiese el tiro errado
de un Arco mal disparado
atravesar tanto escudo;
mas a mi silencio mudo
sólo obedecer le toca:
pues, por si replico loca,
con palabras desiguales,
con tantos sellos Reales
me habréis tapado la boca.
Con afecto agradecido
a tantos favores, hoy
gracias, Señores, os doy,
y los perdones os pido,
que con pecho agradecido
de vuestra grandeza espero;
y aun a estas Décimas quiero
dar, de estar flojas, excusa:
que estar tan tibio la musa
es efecto del dinero.
JOSÉ
JACINTO MILANÉS
(Matanzas, Cuba, 1814-1863). Poeta y dramaturgo. Fue uno de
los poetas más representativos del romanticismo
cubano.
En el tomo primero de la Historia de la literatura
cubana (2005) se lee lo siguiente: De todos nuestros poetas
románticos de la primera generación es
Milanés el de tono más personal, con un
subjetivismo lírico capaz de abrirse a insospechados
matices. Es romántico y seguidor de Víctor Hugo,
según las indicaciones del inevitable Del Monte. Sin
embargo, Del Monte y Víctor Hugo sólo harán
resaltar ciertas preocupaciones, sociales y estéticas, que
ya existían en él. Además, la singularidad
del autor matancero respecto a nuestros poetas de la primera
generación romántica (Heredia,
Plácido, La Avellaneda, etc.) tiene una primera
base en este terreno de las influencias literarias más
allá del mismo Romanticismo, ya que es el único de
ellos que en cuanto a los modelos de su
propia lengua consigue casi deshacerse de los engorrosos
neoclásicos y prerrománticos españoles, con
el rimbombante Manuel José Quintana a la cabeza. Esto lo
logra al escoger sus modelos entre los líricos hispanos
anteriores al siglo XVIII, en especial Lope de Vega, cuya
lectura parece
haber iniciado desde la adolescencia. Por eso su romanticismo
tendrá una frescura distinta, que explica la
afirmación de Max Henríquez Ureña de que
«nadie antes que él había traído al
movimiento
romántico de habla española acentos de tan
íntima emoción.»
Su abundante producción decimística fundamental,
incluida en las principales antologías cubanas de la
estrofa, es la que apareció en 1841 en Los cantares
del montero, cuaderno publicado cinco años antes de
Rumores del Hórmigo del
Cucalambé. El canto a la naturaleza de la isla y
el amor se
fusionan en sus espinelas sencillas y memorables.
Obra: El Conde Alarcos (1838); Los cantares del
montero (1841); Obras (1846, 1865); Obras
completas. (1920, 1963); Algunas poesías. (1937); Antología
lírica (1975).
SU ALMA
Yo pondré, cuando a mi anhelo
Noble inspiración socorra,
Hacer un verso que corra
Manso como un arroyuelo.
Puedo en él pintar un cielo
Azul, un lago tranquilo,
Una selva, fresco asilo
De pajarillos cantores,
Sembrando en todo las flores
Espléndidas del estilo.
Podré, con arte sutil,
Pintar en vago horizonte
Doble contorneado monte
Como un seno femenil:
Un alba dulce de Abril
En que parezca brillar
El aire, una ronca
mar
Que en corvas ondas se mece,
Y otras cosas que parece
Que no se pueden pintar.
Pero la cosa que ignoro
Poder pintar como es ella
Es el alma pura y bella
De la hermosura que adoro.
Como es tanto su decoro,
Su compasión, su ternura,
A veces se me figura
Que un ángel debe de ser
Que ha bajado a ser mujer
Por consolar mi amargura.
¡Oh mi amor! Deja a un artista
Que con el reflejo grave
De tu alma casta y suave
Su pobre cántico vista.
Deja que al mundo egoísta
Pinte con libre pincel
Tu alma candorosa y fiel:
Deja que cantando así
El no se olvide de ti,
Ni yo me acuerde de él.
En otro tiempo, con frente
En que el pesar se grababa,
Yo por el mundo cruzaba
Transeúnte indiferente.
Un desengaño inclemente
Hirió como daga aguda
Mi alma indefensa y desnuda;
Y reprimiendo el dolor
Iba buscando el amor
Impelido por la duda.
Vi dulces y hermosos seres;
Y cuando con castos fines
Buscábamos serafines
Los encontraba mujeres.
Sólo hallé sed de placeres,
Vanidad, ternura incasta;
Nada del amor que gasta
El corazón en que nace,
Que en sí mismo se complace
Y que a sí mismo se basta.
Y cuando el alma burlada
Dijo, con honda amargura
Al amor: -tú eres locura,
Y a la ilusión: -tú eres nada;
Llegaste tú, mi adorada,
Y cerrando al fin mi herida
Te dije, dando salida
Al desengaño pasado: –
¡Tú eres mi amor ignorado!
¡Tú eres mi ilusión perdida!
Desde entonces, prenda mía,
La fe que me abandonaba,
Como fugitiva esclava
Al pensamiento
volvía.
Desde aquel próspero día,
Muerta mi antigua tristeza,
Pedí amor, pedí belleza
A Dios, poeta grandioso,
En ese poema hermoso
Que llaman naturaleza.
Y vi que el alma ceñuda
Que asida de su dolor
Deja el jardín del amor
Por el yermo de la duda,
Es sobremanera ruda;
Por donde se puede ver
Que siempre hay en la mujer
Algo puro de los cielos:
Que son hermanos gemelos
Sentir, amar y crecer.
¡Oh! cuando mi vista vaga
Por todo el cuerpo social,
Y encuentro en él, por mi mal,
Alguna asquerosa llaga:
Cuando no hay quien me deshaga
Ni me arranque aquel pesar
De ver la llaga durar,
Mancha negra en lino fino,
Que primero rasga el lino
Que se consiga lavar.
Y lanzándome el dolor
De uno en otro devaneo,
En mis adentros no creo
Sino sólo lo peor:
¿Quién en mi negro interior
Vierte luz consoladora,
Sino tú, mi dulce aurora?
¿Quién me enseña que es felice
Mas que el rencor que maldice
La resignación que llora.
Pero es menester oír
Su voz, angélico ser,
Con tan dulce reprender
Que parece sonreír.
Es necesario sentir,
¡Oh hermosa como ninguna!
Cuánta languidez reúna
Tu mirar puro y sencillo,
En donde hay algo del brillo
Misterioso de la luna.
¡Ay! En aquellos momentos
En que conversando a solas
Nos van llevando las olas
De los vagos pensamientos,
Colmado de sentimientos
Pedí a Dios, meditabundo,
Que me llevase a otro mundo
Más venturoso y mejor,
En donde fuese el amor
Más cándido y más profundo.
Mas ya que vivir en este
Me impone Dios, le bendigo,
Porque al fin vivir contigo
Ha sido bondad celeste.
¿Qué me importa que denueste
Mi ideal filosofía
Una mordaz ironía,
Si hallo, contra este rigor,
Mi gloria que es hoy tu amor,
Tu amor que es mi poesía?
Verdad es que a veces pienso
(¡Y ésta es mi angustia mayor!)
Que aunque te debo un amor
Siempre firme y siempre inmenso,
No juzgarás tan intenso
El mío, y que de esto infieres
Que somos ingratos seres,
Si es así como nos nombres,
Nosotros los tristes hombres
Con vosotras las mujeres.
Pero esto nace, bien mío,
No de que es mi bien menor,
Que mudo es profundo amor
Cual mudo es profundo un río,
Nace de que mi albedrío
Teme entrar en la mar honda
De amor, y que ella me esconda
Tanto, que nauta inexperto
Me encuentre lejos del puerto
Sin vela, timón ni sonda.
Porque ese amor, frenesí
Que las entrañas devora,
Hoguera atormentadora
Que rompe fuera de sí,
No es amor digno de ti
Ni digno de mi laúd;
Sino el que es placer, salud,
Paz, esperanza, consuelo,
Apacible como el cielo,
Dulce como la virtud.
Amor que ni arruga cejas
Ni deja crecer desvelos,
Sembrado de bellos celos
Y de enamoradas quejas.
Rico de memorias viejas,
Que las guarda una por una:
Que ríe al ver una cuna,
Que al ver una tumba llora,
Adorador de la aurora,
Bendecidor de la luna.
Que encuentra más poesía
Más placer y más beldad
Al campo que a la ciudad,
Y a la tiniebla que al día.
Que ama la melancolía
Sin ir tras la soledad:
Que estima la sociedad
Detestando su egoísmo:
Que va tras del heroísmo,
Y no tras la vanidad.
Amor que va a la conquista
De lo grande y verdadero,
Torciendo el rostro al dinero
Y volviéndolo al artista:
Que ve en el mundo una lista
De goces castos y buenos
Que de vil codicia llenos
Los más se dejan atrás;
Y en vano buscan los más
El bien que gozan los menos.
Este misterioso amor,
Todo dulzura y paciencia,
Que es hijo de la inocencia
Y es hermano del pudor.
El mundo escarnecedor
Sueño, mi bien, lo apellida,
Lo mofa y lo dilapida;
Pero bien sabes, mi encanto,
Que más vale el lloro santo
Que la risa descreída.
Quien busca amor y belleza
No hay qué le aflija ni asombre,
Pues cuando le cansa el hombre
Halla la naturaleza.
El que con bestial pereza
Levanta un ara dorada
A su codicia malvada,
¿Qué espera del egoísmo?
Tras del fastidio, el abismo
De la inexplicable nada.
GLOSAS CUBANAS
EL SINSONTE Y EL TOCOLORO
Entre las aves del
monte,
Ídolo que ardiente adoro,
Brilla más el tocoloro,
Canta mejor el sinsonte.
Los monteros te adoramos,
Linda flor de Canasí,
Dos esperamos tu sí,
Y esperándolo penamos.
Mientras el sí no gozamos
Que hasta el cielo nos remonte,
A escuchar, mi amor, disponte
La idea que concebí
De mi rival y de mí
Entre las aves del monte.
Una tarde en mi rosillo,
Que mi tristeza remeda,
Me entré por una arboleda,
Donde perdióseme el trillo.
En un alto caimitillo
Vi que cantaban a coro
Un sinsonte, un tocoloro,
Y en mi rival cavilé,
Y de este modo exclamé,
Ídolo que ardiente adoro.
"Aunque la gracia me sobre
Y aunque no tengo mal pico,
El es tocoloro rico
Y yo soy bisonte pobre.
¿Quién hay que paciencia cobre,
Muerto de amor, y sin oro?
¿Quién no se deshace en lloro
Al ver, al considerar,
Que aunque no sabe cantar
Brilla más el tocoloro.
"Mas yo espero, linda flor,
Linda flor de Canasí,
Que tú buscarás en mí
No dinero, sino
amor.
Mi esperanza no es error,
Y aunque el tocoloro apronte
Su pluma, que alegra el monte,
Tendrá su canto por ronco,
Pues siempre en cualquier tronco
Canta mejor el sinsonte."
JOSÉ
FORNARIS
(Bayamo, Cuba, 1827-La
Habana, 1890). Poeta. En 1855 publicó sus Cantos del
Siboney, recogidos en Poesías de José
Fornaris, con las cuales dio gran impulso al
Siboneísmo. Según varios investigadores cubanos,
fue Fornaris quien declaró –en documentos que no
han sido localizados- que la décima era la estrofa del
pueblo cubano.
Figura culminante del siboneyismo, según Max
Henríquez Ureña, Fornaris acertó cuando
quiso ser poeta criollista, y bien lo prueban sus
armoniosos romances "La madrugada en Cuba" y "Las palmas", para
no mencionar sus Cantos cubanos que no valen menos.
Fuera de esas notas de auténtico criollismo, su poesía
lírica se resiente a cada momento de vaciedades y
descuidos, porque el gran enemigo de Fornaris era el demonio de
la facilidad.
Obra: Recuerdos (1850); Poesías de
José Fornaris (1855,1857, 1888, 1909, 1936);
Flores y lágrimas (1860); Cantos del
siboney (1862-1863); La hija del pueblo. Drama en tres
actos y en verso (1865); Amor y sacrificio. Drama en
tres actos y en verso (1866); Definiciones y ejemplos de
las principales figuras retóricas (1867);
Elementos de retórica y poética arreglados al
programa del
Instituto de La Habana (1868); Nociones de historia universal y
particular de España
arreglados al programa del Instituto de La Habana (1868);
Cantos tropicales (1874); El arpa del hogar
(1878).
TU VOZ
Corrí en mi niñez dichosa
De mi bayamo en la orilla,
Cual sin rumbo una avecilla
Gira por la selva hojosa.
Crucé la playa arenosa
Entre perlas de rocío;
Y del agua el
murmurío
En la mañana serena,
Conchas recogí en la arena
Tirando conchas al río.
Entonces si algún jilguero
Cantó en el vecino monte,
Mientras en el horizonte
Brillaba el rayo primero;
Del sol tras el limonero,
Lo escuché con tierno encanto
Por aliviar mi quebranto,
Y pensé, al batir sus alas,
En lo bello de sus galas,
Y en lo dulce de su canto.
Así sienta tu canción
Con dulzura seductora,
Y tu acento me enamora
Ardiendo en mi corazón.
Siento tan honda emoción,
Que bendigo tu garganta,
Que me ofrece dicha tanta;
Y lleno de amor vehemente
Ciño de lauros tu frente,
Cubro con floresta planta.
Cuando en mis prados natales
Vaya suspirando a solas,
Y mire de claras olas
Los transparentes cristales,
Cuando lirios virginales,
Coja en el peñón sombrío,
He de recordar, bien mío,
Tu hermosa voz de sirena,
Conchas cogiendo en la arena,
Tirando conchas al río.
INVITACION
Ven, Lola, dulce amor mío,
a mi valle pintoresco,
lleno de flores y fresco,
hasta en los meses de estío.
Aquí va pasando un río
por una campiña abierta,
y hay en su linde una huerta
para ti, mi campesina,
y una poza cristalina
de verde bambú cubierta.
Con el rayo matutino
iré al monte apresurado,
mas al volver fatigado
Lola, del bosque vecino,
tú me saldrás al camino
en la calle floreciente
de mangos, y tiernamente
me dirás dulces palabras,
mientras trisquen nuestras cabras
sobre la yerba naciente.
No tendrás aquí el membrillo
que rica yema atesora,
mas sí la miel que elabora
delicado mamoncillo.
No tendrás aquí el tomillo;
ni llena de gracia suma
tan blanca como la espuma
la magnolia abre su broche,
pero sí el galán de noche
que tierra y
aire perfuma.
Tendrás cuanto Cuba cría
En sus bosques y collados;
Sus tesoros codiciados
Tuyos serán, prenda mía,
De cuanto el Sol, rey del
día,
Con sus rayos elabora,
Gozarás, luz seductora
De mi cielo bonancible;
Y de mi pecho sensible
serás única señora.
A JUAN C. NÁPOLES FAJARDO
Hay un palacio de flores
En medio del mar Caribe
Que luz del cielo recibe
En torrentes de fulgores,
Todo perfume, colores,
Cielo azul, vivos paisajes
Do de floridos boscajes
Salen corriendo a bandadas,
Tojosas de las cañadas,
Sinsontes de los ramajes.
Jamás aquí el mexicano
Ostentó riqueza y gala,
Ni el cacique de Tlascala,
Alzó banderas, ufano,
Ni el indómito
araucano
Mostró fortaleza suma
Ni rizó a la mar espuma
Bajel cargado de gloria,
Ni se supo aquí la historia
De Atahualpa y Monctezuma.
No: los hijos de esta tierra
Vivieron bajo sus lomas
Como nidos de palomas
Escondido allá en la sierra,
Odiaron siempre la guerra,
Pues de paz fueron sus leyes
Grabando en altos mameyes
Anchas ceibas, cedros, robles.
Hospitalarios y nobles
Son los indios siboneyes.
Cuba, Cuba, tu vivías
Tranquila, sin opulencia,
Mas bañada en inocencia
Al sol dulce sonreías;
Y aún de esos primeros días
Guardas vírgenes praderas,
Se alzan altivas palmeras
Y aún corriendo en giros vagos
Flamencos van por tus lagos,
Guanaras por tus riberas.
¡Si adora el árabe fiel,
Como el pastor a su huerto,
A su patria que es desierto,
A su bruto que es corcel?
¿Qué harás tú que en un vergel
Naciste al son de las fuentes
Donde brotan las corrientes
De los cóncavos peñones
Y ciñen verdes festones
Llanos, selvas y pendientes.
Si el águila en una peña
Nace y adora su nido,
¿Qué hará un vate que ha nacido
En esta Cuba risueña?
Si aquí el agua se
despeña
En mil campos de verdura,
Si Dios cual don de ternura
Al formar la tierra
esférica
Grabó en medio de la América
El sello de la hermosura?
Pinta, pues, tanta belleza
Con tu cántico sonoro
Ensalce tu lira de oro
Tu rica naturaleza,
Una flor en tu cabeza
Pondrá el pueblo, no laureles
Ni rosas, ni
mirabeles,
Ni flor de extranjera playa,
Sólo alguna pitajaya
De los cubanos vergeles.
Si esa flor en fausto día
Consigue tu canto suave
Serás más feliz que el ave
Libre en la región vacía.
Alza la frente sombría
De gozo bate las manos,
Te coronan tus hermanos
Con flor que modesta viste,
Más es, aunque está tan triste,
Una flor de los cubanos.
JUAN CRISTOBAL
NÁPOLES FAJARDO
(El Cucalambé)
(Victoria de Las Tunas,
Cuba, 1829-1861). Poeta. Máximo exponente de la
décima cubana del siglo XIX.
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